Presentacion: Las Ciudades También se Van al Cielo

jueves, 31 de julio de 2008

Libro: Las Ciudades También se van al Cielo

El Hermoso Mundo del Santiago Desconocido

martes, 6 de mayo de 2008




El viajar por lugares extraños, es una experiencia casi infantil, donde el explorar lo desconocido se torna un viaje de sensaciones, una instancia para salirse de los recorridos fijos que acostumbramos a realizar. Guiados por el instinto, el hambre y en cansancio, recorrimos diversos rincones de Santiago, que no destacan por ser turísticos, pero no por ello dejan de ser interesantes.

Un Santiago que no parecía serlo, adornado de distintos matices de sensaciones, de colores, de olores, de luces, que quisimos expresar en este flash de una manera más pura, más del lado de las sensaciones que de la razón. El Hermoso mundo del Santiago Desconocido.

Relato Urbano Minimalista

lunes, 14 de abril de 2008

Recopilación visual sobre la ciudad. Nuestro tema: Autoprohibirse. Cuando la sociedad y la vida cotidiana pasan a ser una prohibición y como las reglas que establecemos son más para prohibir que para permitir.



Carril - Carvajal

Las Morgues Habitables de Color Damasco

viernes, 11 de abril de 2008


Me llama mucho la atención la cantidad de obras arquitectónicas que se han desarrollado -y desarrollan- en los últimos años. Haciendo el mismo recorrido de hace ya 4 años, muchas cosas no existen, como casonas viejas y abandonadas, edificios pequeños, casas amplias en sectores tranquilos, y parece que de sus restos nacen estas estructuras inmensas, que parten con una red de alambres y terminan convirtiéndose en una torre habitable. Siento que en particular, Ñuñoa –donde vivo- es una de las comunas donde más ha sucedido esto en el último tiempo. Casas majestuosas reducidas a columnas de cemento, y digo reducidas porque no alcanzan su esplendor, su gracia y menos aún su espacio, donde se sitúa una especie de “morgue habitable”, donde cada departamento es más pequeño que el anterior, todos apilados en un solo lugar, nadie puede hacer ruido, nadie puede hablar; un sitio muerto disfrazado de moderno. Este concepto de condominio se da en respuesta a la falta de espacio para construir mayor cantidad de casas y también, porque no decirlo, de la necesidad de ciertas personas de vivir unos encima de otros para sentirse más seguros.

Estas “morgues habitables” se generan en desorden, dependiendo de dónde se adquieran terrenos para construir, normalmente a costa de casas o locales antiguos, los cuales son comprados a un precio mayor del que podría ofrecer una persona ajena a estas empresas constructoras. Un edificio en medio de un barrio de casas, se convierte en un elemento invasor de la privacidad; patios y ventanales son objeto de un centenar de miradas, donde el único lugar privado pasa a ser alejado del exterior.

Ramón Fernández Durán, arquitecto español, señala en su libro “La Explosión Del Desorden: La Metrópoli Como Espacio De La Crisis Global” que este desorden se genera mediante un proceso de “acumulación y consumo” característico de las ciudades más pobladas, donde los terrenos han sido mayormente ocupados y explotados, lo que genera a un mediano y largo plazo una serie de crisis propias de la ciudad, como un deterioro del entorno –tanto habitable como no- y las funciones que éste supone.

Lo que más me aterra de este fenómeno, es la espantosa similitud de los edificios que se construyen; todos tienen una arquitectura muy similar, todos ofrecen “servicios adicionales” (los cuales evidentemente no alcanzan para la enorme cantidad de personas que lo habitan) como piscina, gimnasio, sauna, sala de eventos, todos tienen casi los mismos colores (color “damasco” y “arena) y todos tienen casi la misma cantidad de pisos, con la misma cantidad de departamentos. Edificios estéticamente desagradables, son multiplicados y esparcidos por casi todo el centro y muchas otras comunas aledañas (como es el lamentable caso de Ñuñoa), generando un paisaje cada vez menos íntimo, menos familiar, donde lo único que interesa es elevar ( y no precisamente en cuanto a calidad) a un montón de individuos en un mismo terreno. Santiago podría llegar a ser, de la “ciudad gris” que algunos manifiestan, a una “ciudad color damasco” en un triste y aterrador futuro.

100 fotos



100 fotos tomadas en Santiago. Fotos disponibles tambien aqui

Mi Ciudad Sin Tiempo


Nací en algún rincón de esta ciudad contaminada, y parece que el humo me contagió de su esencia. Mis primeros años se dieron en un barrio en Ñuñoa, lleno de lugares para jugar, parques, muchos árboles y en general una comunidad agradable para un niño de 4 años. Esa era mi ciudad entonces, un mundo de juegos. Cuando fui creciendo, empecé a conocer lo que de verdad era Santiago, y no me gustaba mucho. Habían lugares sucios, gente con cara de pena y enojo, todos apurados permanentemente. Pero llegó un día en que mi papá armó las maletas y partimos a La Serena. Vivimos en una casa grande, con una vista maravillosa, un patio gigante. Sin embargo, fue pasando el tiempo y me fui dando cuenta que La Serena no era para mi, al menos no para vivir; la gente parecía que siempre estaba bajo el influjo de algún relajante muscular, caminaban demasiado lento por las calles, hablaban lento, y creo que hasta pensaban de manera lenta. Tanta calma, irónicamente, me estresó: extrañaba Santiago.

Pasaron 3 años, y volvimos. Fueron años feos y grises. Estaba en un colegio que no me gustaba, donde todo era un caos y tenía una nana que me caía mal (que recuerdo, me aseguraba que su doctor le decía que el aceite de maravilla ablandaba los huesos). No se en qué momento comencé a querer esta ciudad. Me empezó a gustar el estrés, el desorden, los errores clásicos de construcción urbana (una calle muy chica, una vereda muy grande, un lomo de toro mal puesto), cerros que parecen incrustados en medio de la ciudad, el comercio ambulante, la creatividad (y la falta de ella) para ponerle nombres a las cosas, como el clásico “Quitapenas”.

Pero no todo me resulta gracioso, al menos no siempre. Me he puesto a pensar que mi ciudad está con un severo problema evolutivo. Una vez leí un texto (sólo un fragmento) de Robert Ardrey, el cual explicaba que el ser humano evolucionó su inteligencia mediante la necesidad de cazar sus alimentos. Si eso fuera cierto, creo que todos los humanos que sobrevivieron cazando deberían haber evolucionado de alguna forma, pero eso no lo veo, al menos no en mi ciudad. Gente que escupe por manía, que realiza una especie de “arte rupestre urbano” rayando los muros de una ya desaparecida caverna, lenguaje seudo-primitivo y un nivel de comprensión no mayor al de un chimpancé (y muchas veces, primates disfrazados de personas). Tanto los “evolucionados” como los que no, tienen sus respectivos barrios de ocio, pasando desde un sector llenos de cafés “alternativos” (y de precios descarados) hasta un sucucho “reggeatonero” (de costumbres descaradas). Me aterra, pero me divierte de alguna forma, vivir en esta ciudad donde conviven “homo-sapiens” y sus no bien ponderados antepasados en un lugar donde el tiempo pasa, pero no avanza.